Enseñar y aprender en las aulas de educación
primaria
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Ello implica
una obligada transformación de los roles asumidos por docentes y discentes con
la finalidad de lograr que el aprendizaje sea fruto de una actividad consciente y
personal por parte
de un alumno
activo e implicado
en la construcción de su
conocimiento, mientras que el profesor actúa de guía en su proceso de
aprendizaje (Naval, Sobrino &
Pérez, 2005). Con esta
premisa se impone un paradigma
educativo centrado en el aprendizaje (learned-centered) donde el protagonista
del proceso es el estudiante (Weiner, 2002).
Este
planteamiento requiere de profesores y estudiantes capaces de asumir el nuevo modelo
educativo, así como
de metodologías que
empleen recursos, estrategias, etc. que
faciliten la creación
de contextos educativos
donde el estudiante pueda asumir
un papel activo dentro de su aprendizaje y llegue a ser su propio gestor.
En este
sentido, consideramos que
las TIC, integradas
de manera adecuada en las aulas
universitarias, pueden contribuir a materializar el tan aclamado cambio.
Son muchas y
muy variadas las TIC y las formas en que éstas pueden integrarse en el contexto
educativo, pero el simple hecho de insertar las TIC en las aulas universitarias no
garantiza que se
generen procesos de enseñanza
y de aprendizaje de mayor
calidad. Ahora bien, las TIC pueden constituir una ventaja para
los procesos educativos
siempre y cuando
se supere la concepción instrumental que
se tiene de
éstas tecnologías y
se diseñen usos pedagógicamente significativos para las
mismas (Levis, 2011).
Si enseñamos a los estudiantes de hoy como enseñábamos ayer, les privaremos del
mañana. John Dewey (1859-1952)
La Convergencia
Europea defiende un
paradigma educativo centrado
en el aprendizaje
(learned-centered) donde el
protagonista del proceso
es el estudiante, mientras que el profesor obra de
facilitador o guía del aprendizaje
(Naval
et al.,
2005; Weiner, 2002). En otras
palabras, aboga por
un modelo centrado en
el aprendizaje del
estudiante como evolución
natural del modelo
tradicional de enseñanza centrada en el profesorado. Es lógico, por
tanto, que el proceso gire en torno a un
alumno que aprende y la unidad de valoración sea el trabajo que éste desarrolla a lo largo de
todo el curso académico. Desde este enfoque,
el aprendizaje es
fruto de una
actividad consciente y
personal por parte del
alumno, el cual
interactúa con un
profesor que guía y
ayuda al estudiante en
su actividad (Naval et
al., 2005). Como consecuencia,
surgen metodologías que buscan facilitar la transición a los nuevos
roles que docentes y discentes deben
acometer, sobre todo si
tenemos en cuenta
que los objetivos
que persiguen los
estudiantes (con sus
aprendizajes) y los
que buscan los profesores (con
sus enseñanzas) también
están cambiando (Bauerová
& SeinEchaluce, 2007).
Tras este
nuevo modelo se
encuentra el supuesto
de que sólo
se lograrán aprendizajes eficaces
cuando sea el
propio alumno el
que asuma la responsabilidad en
la organización y
desarrollo de su
trabajo académico (De Miguel,
2005). Por tanto, su papel como gestor en el proceso de aprendizaje ha de ser
reforzado, no sólo guiando el camino a seguir, sino facilitándole también la adquisición de competencias relevantes y
que le capaciten para afrontar los nuevos contextos y desafíos, tanto educativos
como profesionales.
La figura
de cada profesor, su interés por lograr una enseñanza
de calidad, su implicación con el proceso convergencia,
así como su
posicionamiento dentro de
las propuestas que surgen del mismo, van a condicionar el devenir
del movimiento de cambio educativo a
nivel europeo. Por ello
coincidimos con Zabalza
(2008) cuando afirma
que todos estos
cambios deberán producir,
obligatoriamente, una transformación en las actividades que se
desarrollan en las aulas, porque si no se modifican
las prácticas docentes
podría considerarse que
la convergencia habrá fracasado.
En realidad,
no se trata de “inventar” una nueva educación superior, sino más bien de
“actualizar” muchos de los principios pedagógicos
que han estado
presentes en nuestras universidades, pero que se han ido desdibujando
con el paso del
tiempo. Debería consistir,
básicamente, en volver
a los principios
generales de
una docencia centrada
en el aprendizaje, donde
el proceso formativo
está orientado al
afianzamiento de competencias,
y no a
la mera acumulación de
conocimientos teóricos (Zabalza, 2008).
Como ejemplo
el Aprendizaje por
descubrimiento, los estudios
de casos, el aprendizaje
basado en problemas
(ABP), el aprendizaje
orientado a proyectos (AOP),
el portafolios, el
trabajo cooperativo, etc.,
se han hecho
un hueco como metodologías
encaminadas a dar cabida al recién estrenado perfil de estudiante. Sin ser nuevas, estas
estrategias de aprendizaje
se han actualizado
y adaptado a
las características de las
herramientas disponibles actualmente,
es decir, se
han reforzado haciendo
uso de las
ventajas que las tecnologías
pueden aportar.
Tal y
como nos recuerda
Coll (2004), las tecnologías
de la información
y la comunicación
no son exclusivas
del presente siglo,
sino que a
lo largo de
la historia de la humanidad, son
muchos los hitos relacionados con ellas que han
ido marcando la
evolución de nuestra
especie. Hitos cognitivos
que logran superar con
creces las restricciones físicas
o corporales que
pudieran ser limitadoras de la
capacidad creadora del ser humano. Muchos de estos avances, o tal vez los más significativos, han sido
aquellos que afectaban directamente a la
forma de relacionarse
las personas, comprender
el mundo, organizar
este conocimiento y transmitirlo.
Estos hitos han estado, y
continúan estando, vinculados con
las tecnologías relacionadas con la capacidad para transmitir y representar esa información.
Las TIC
concebidas del modo
más amplio, sin
los límites impuestos
por el calificativo
de nuevas, son herramientas
con un papel
preponderante en el desarrollo
de las sociedades,
empleadas para pensar,
para aprender, para representar, conocer, transferir y
difundir los conocimientos adquiridos a otras personas, sobrepasando
generaciones (Coll, 2004; Area, Gros & Marzal, 2008).
Conforme
entendemos hoy las TIC, por muy distintas de las que se empleaban en la
antigüedad, guardan con ellas más similitudes de las que podamos pensar.
Los recursos
multimedia pueden diferir enormemente de las pinturas rupestres estampadas
con polvo ocre
en las paredes
rocosas de las
cavernas prehistóricas, o
de aquellos primeros jeroglíficos escritos sobre
papiros hace más de 5000 años. En
los tres casos, las tecnologías han sido utilizadas para la transmisión e intercambio de
conocimiento, es decir,
para enseñar, hacer pensar
y para aprender.
Por tanto, no
podemos seguir debatiendo
sobre la necesidad o no de
introducir las TIC en la enseñanza, porque son, y deben de ser
consideradas, una parte esencial de
los procesos de
enseñanza y de aprendizaje.
Los procesos
educativos consisten esencialmente
en procesos comunicativos, por
tanto la idoneidad de
estas herramientas en
el desarrollo de
dichos procesos resulta indiscutible, ya que, como nos recuerda
Gómez-Galán (2009), se trata de tecnologías de la “información” y la “comunicación”.
Siempre que se empleen
adecuadamente, desde una
perspectiva y acción
pedagógica que contribuya al
desarrollo de procesos de enseñanza-aprendizaje efectivos y de calidad. En consecuencia,
debemos tener muy
presente que las
posibilidades didácticas que ofrecen
las TIC a
la enseñanza y
al aprendizaje no
van a depender de las
características de la tecnología que empleemos, sino de lo que se le demande al
alumno y de las actividades que tengan que realizar con ellas para resolver las
tareas (Area, 2007; Cabero & López, 2009; García-Valcárcel, 2007; Onrubia,
2007; Prendes, 2003).
Los alumnos
no se implicarán más en sus
procesos de aprendizaje,
ni la motivación será
mayor, por el
simple hecho de
disponer de ordenadores
o pizarras digitales en
sus aulas. En
cualquier caso, es
una realidad que la
novedad que genera
la inclusión de
cualquier recurso o
herramienta tecnológica en el aula origina una situación de expectación
ante lo desconocido.
Es lo
que Cabero (2001) califica como
un efecto inicial de
alta motivación por parte
de los usuarios.
Habría que aprovechar esta instancia
para que cuando esta falsa
motivación inicial desaparezca, poder comenzar a emplear el recurso de forma
constante. No debemos pensar que el efecto novedad de la tecnología puede
lograr captar el interés de los alumnos para optimizar sus procesos de
aprendizaje, sino que
será su invisibilidad lo que
les lleve a
emplear las TIC como herramientas al servicio de la
generación de conocimiento.
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Enseñar y
aprender con TIC
implica replantear sus
posibilidades y contemplarlas
como herramientas cognitivas (Jonassen, 1996) al servicio de los procesos de
enseñanza y de aprendizaje, teniendo muy presente que su mera inclusión en
las aulas no
garantizará por sí mismo, ni
más flexibilización de tiempos
o espacios, ni
mejora de los
procesos comunicativos. Por
ello, sin menospreciar todas
las posibilidades indicadas,
consideramos que una de las
mayores potencialidades de las TIC
se encuentra en
su imprescindible papel para el desarrollo de competencias tecnológicas,
digitales e informacionales, ya que su uso en las aulas las generará en los
alumnos que las tengan que integrar en sus procesos de aprendizaje.
El uso
de los medios
en la enseñanza
no es el objetivo a
alcanzar. El objetivo es
transformar la educación
de manera que
dé respuesta a las necesidades
formativas y competenciales, de los alumnos que llegan hoy a las aulas.
Conocido es
que los profesores deben intentar que los alumnos desarrollen sus capacidades, habilidades
y actitudes necesarias
para acceder, explorar, construir, reconstruir
y utilizar el
conocimiento a diferentes
niveles competenciales. Todo
ello para aproximarse a la consecución
de un producto que no se limite a satisfacer las
expectativas personales y sociales, sino que las supere favoreciendo
un desarrollo integral
armónico (Tejedor, 2010). Y es en esta
tarea donde podemos contar con el apoyo de las TIC.
ResponderEliminarTú aporte en este blog, es correcto y de gran reflexión para los lectores ya que es necesario que los docentes descubramos que nuestra tarea es ardua cuando se trata de orientar el aprendizaje de los alumnos permitiéndoles ser capaces de enfrentar la realidad que le rodea siendo críticos, creadores, constructores de su aprendizaje logrando desarrollar habilidades tales como: la reflexión, análisis, síntesis crítica, innovación y creatividad.
Vincular la tecnología existente creando nuestros propios modelos que se ajusten a la realidad donde nos desenvolvemos, permitir que los alumnos piensen estratégicamente reflexionando sobre cómo está aprendiendo, generando en ello un pensamiento lateral y descubran qué les puede servir del aprendizaje dado.
Es indispensable lograr que los alumnos encuentren gusto por aprender y que ese aprendizaje sea transferido a situaciones propias de la vida cotidiana, que la disponibilidad y el proceso los lleve a la elaboración de nuevos aprendizajes y de atribuir sentido a lo que aprenden.
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ResponderEliminarLas críticas a las maneras tradicionales de enseñar han adquirido mucha más fuerza ante los requerimientos de una formación que permita afrontar la rápida obsolescencia de los conocimientos y la necesidad de garantizar aprendizajes efectivos y relevantes, que aporten al desarrollo de las potencialidades de cada individuo.
ResponderEliminarLos avances en este campo son lentos y, en nuestro país, es más frecuente encontrar prácticas educativas centradas en el almacenamiento de información más que en el desarrollo de las capacidades para procesarla. Los énfasis están puestos en la pasividad más que en la actividad de los sujetos. Los maestros, responsables por el aprendizaje, raramente prestan atención a las interacciones y factores que influyen en la capacidad de motivarse y aprender. Los espacios escolares, a su vez, no acostumbran utilizarse como un ámbito que favorece las relaciones del alumno con los maestros, con los otros alumnos y, de ambos, con
el conocimiento.
A pesar del predominio de las pedagogías tradicionales, existen, en la mayoría de los países de la región, experiencias innovadoras que apuntan a la modificación de las relaciones profesor-alumno y que utilizan las escuelas como un ámbito de comunicación donde los
conocimientos se construyen en una dinámica que involucra experiencias, interacciones, contextos y saberes que provienen de los distintos actores de los procesos de aprendizaje, lo que genera nuevas formas de enseñar y aprender.